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Censura Cultural

Quema de libros

Además del secuestro y la desaparición sistemática de los luchadores sociales y de la consolidación de las bases del plan económico de Martínez de Hoz, la última dictadura militar también llevó adelante una clara política de desaparición y sustitución de buena parte de la producción literaria de la época. "Primero había una evaluación política del libro, y luego venía la censura, que era una herramienta de control político en manos del Estado. No había ninguna improvisación, ningún capricho. Sabían muy bien lo que hacían", cuenta el investigador Hernán Invernizzi. Generalmente, cuando se habla de la última dictadura militar se la asocia casi únicamente con la represión física y el plan sistemático de desaparición y aniquilamiento ejercida por el gobierno militar sobre los luchadores del campo popular, y con la aplicación de las bases económicas que instalaron al neoliberalismo en Argentina.
Pero el autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" también tuvo entre sus objetivos la desaparición y quema de una gran cantidad de libros cuyos contenidos eran catalogados de "subversivos", llevando a cabo así otro tipo de genocidio: el genocidio cultural. Quizás porque sabían que, como dice León Gieco en su inolvidable "Hombres de Hierro", "hombres que avanzan se pueden matar / pero los pensamientos quedarán". Y los libros son herramientas fundamentales para transmitirlos, en su capacidad multiplicadora

Censura a la musica

La historia de la censura a la música popular en la Argentina se remonta sugestivamente al primer golpe militar de 1930 y se prolonga hasta la caída de la última dictadura. De las listas negras que llegaban anónimanente a las radios y las reescrituras de letras para combatir el lunfardo (esa “jerga de delincuentes a extirpar del lenguaje”), a la prohibición a través de organismos estatales de folkloristas de “peligrosa ideología”, rockeros que irradiaban “malas representaciones de la juventud” y hasta cantantes melódicos absurdamente inesperados, el recorrido delata el permanente acecho y persecusión a toda forma de expresión masiva y popular. La edición de dos libros (No toquen y La prohibición del lunfardo) ofrece la posibilidad de reconstruir esa historia y entender cómo funcionó la maquinaria de la censura, a la vez que despliegan un anecdotario insólito de episodios de todo tipo.



 
   
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